Sobre la vida, la muerte y otras cosas que no entiendo
Por: Elizabeth Aguilar Estrada
Que si, ‘’vida solo hay una’’ y que se
debe ‘’disfrutar como si fuese el último día’’, frases recurrentes que a diario
se escuchan merodear en los mundos trotantes que cruzan calles y beben café por
la mañana.
Esto visto desde aquella cima alta del
clímax de la existencia humana donde los lapsos de felicidad son cada vez más
largos y recurrentes; si, así es la vida vista desde aquel que es positivo,
puesto que la vida le ha tratado como al primogénito de la historia venidera a
escribir; El pesimista que no ve más que las calles siempre llenas de fango
donde en su andar, topa la mirada en la huella dejada detrás suyo en la vereda
del pasado y ve como ahí donde transita, yacen los cadáveres de los caídos en
el intento, esos que conocieron la muerte una sola vez. Y él se repite ante su
aparente seguridad: ’’NI UN PASO MAS‘’ y muere constantemente hasta finalmente
fenecer; no al lado de aquellos que murieron por su brío intentando buscar la
respuesta ansiada a los porqués de noche, sino por su claudicación propiamente
adjudicada ante las cuestiones del día a día, que vienen dan vueltas sin alguna
explicación y después se van para quizá no volverles a mirar jamás.
Pero la realidad no es otra más que la
vida misma llena decisiones constantes, tomarlas nos ayuda a no quedarnos en el
camino contemplando aquellas posibilidades del fiel descriptor de los
remordimientos de ese tiempo que no regresara “si hubiera’’ y el ‘’quizá’’ esos
que extrañamos con frenesí cuando nunca les hemos conocido.
¡Vivirla amigos míos! Vivirla, que nadie pidió tenerla pero no es
razón suficiente para perderla, sacar de ella cuanto provecho se pueda y
vivirla de tal manera que los errores se conviertan en mentores y las glorias
en hazañas compartidas que marcaran en las mentes sin recuerdos el ansia por
seguir hasta ver desde el peñasco más alto los escalones que van camino al
cielo.
Sin más porqués rotos de pura
casualidad, tardes cobardes de jueves donde no se encuentra siquiera la nariz. Solo
preguntándose ‘’¿hasta cuándo?’’ sólo así se podrá seguir en paz y cantar en falsete a la hora del juicio
final, que si ahora ya has sucumbido ha sido únicamente porque ya no tienes más
razones por las cuales resucitar.
Pero ¿qué sería de la vida sin la
muerte?, sin la consumación de un sueño venidero o de una pesadilla diaria, el horror
más grande para unos, el final más ansiado por otros.
La muerte, la caprichosa, la amante con la
que todos debemos una noche pasar, no importándole
que seas hombre o mujer, joven o viejo de igual manera un día reclamarán sus
brazos tu ser.
Pero ¿A cuántas antes de ella nos hemos de entregar?
Dicen que tenemos que perder para aprender y volver a tropezar para no olvidarlo
jamás, pero ¿qué tanto es tanto?, que si llegamos a vivir nuestras vidas
arrastrando cadenas pesadas sin saberlo en nuestro cruce momentáneo en este
mundo, y que de pronto nos quedamos sin aliento y es ahí precisamente donde se
cae en la contradicción de pensar que todo el que respira está vivo; ¡hay
tantos muertos que suspiran!
¿Por qué es que rechazamos tan bella parte de
nuestra vida?, si es lo que nos recuerda
que somos mortales que podemos caer en las tentaciones, saber que tenemos una
fecha de caducidad debería hacernos apreciar el hecho de deleitar el particular
sabor de cada triunfo y tragedia. ¿Para qué arrepentirse en el final de nuestro
camino amarillo, cuando sabemos que solo volteamos la cabeza para lamentar lo
que no fue y no para enorgullecer a ese niño del adulto que hoy día somos, sólo
por creernos inmortales en la psique común cuando se está más solo hoy que
cuando se llegó.
¿Y qué hay de todo eso que nos vuelve
vulnerables e incapaces de transformarnos a la anarquía y ser nuestro propio
Dios?, ¿qué hay de las normas morales que truncan los instintos de
sobrevivencia animal?, ¿qué hay del valor adjudicado y las reglas impuestas?,
dime ¿qué hay entre el bien y el mal?, ¿Qué define la manera de definir?, dime
pues entonces, ¿qué es el amor?
Si todo en este mundo terrenal tiene razón de
ser, ¿para qué sirve el amor?, Hay quien dice, Que uno vive de amor y muere por
amor; que cuya existencia hace que algunos se levanten cada día para poder
vivir junto a ese amor.
Y quien por un amor, se cobijan entre los
brazos la soledad y se acurrucan en el regazo de la muerte.
También que es la misma muerte; que puede
abarcar más allá de un óbito físico. Una
muerte espiritual; la muerte del yo. Renacer o morir, Resucitas para volver a
vivir y empezar de nada cada tropiezo o le finiquitas de una buena vez y escribes
la historia a tu manera firmando a puño y letra tu propia sentencia.
Que es lo único reconocible como Dios, que no
se concibe la vida sin él, que se le necesita más de lo que debería. Orando a
diario por ese que se fue, el que no ha llegado y el que nunca vendrá.
Implorándole a estatuas de sal las migajas de los recuerdos de aquellas
ciudades de la llanura, comiéndolas hasta vomitar. No recordando que el vino
que en su boca embriagó el corazón, un día en ponzoña se convirtió y ronda cada
recoveco de su cuerpo, donde las palabras lanzadas salvajemente al viento
regresan en forma de blasfemias y que las alabanzas a sus cuerpos volvieron a
ser su maldición y tormento.
Qué pena por aquellos que sólo le aman y sólo
lo odian, porque no alcanzan a degustar otra realidad que no sea aquella en
donde fueron encarcelados, que no reconocen que esa lógica mundana temporal con
la que se pacta con sangre al venir al mundo, nos resulte al fin y al cabo
impresionante ver hasta dónde la creatividad humana puede llegar, siendo al
mismo tiempo inútil a la práctica de aquel que desea olvidar, resultando así la
mejor broma hecha jamás. Vaya, como navegar el Queen Mary Elizabeth y naufragar
en el océano arábigo.
Sintiéndose ya privilegiados por la conquista
de nuevas tierras y tocando con ese fuego inconfundible de sus plantas las
tierras vírgenes que no dejan de bailar al compás de un solo soneto, el de risas
y gemidos donde que sus cuerpos hipócritas con las lágrimas y el sudor se
funden en uno con el del inexperto nativo.
La más bella muestra de amor jamás conocida,
el rito más antiguo de la especie humana, la trampa más arcaica de la madre
naturaleza en capricho a ver siempre la tierra poblada de sus hijos.
Es gloria y es pecado, donde no hay espacio
para la cordura; el purgatorio donde descansa la moral y la decencia, ahí donde queman su piel al caerse en el
infierno y sienten como ese calor desprende el alma de sus cuerpos sintiendo
que mueren cuando no habían estado más vivos hasta ese instante. Y en la locura
de la búsqueda de algo más se elevan desconociendo que sabían volar,
implorándole mil veces a su Dios que se detenga, esperando que cada una de ellas
haya sido ignorada.
Arando sus cuerpos usando de herramientas los
dientes y las uñas de las manos esperando plantar a besos ese deseo de tenerse
dentro para siempre y cosechar a mordidas un grato recuerdo que al remembrar en
su cabeza traiga consigo el déjà vu del claro de su sonrisa entre la oscuridad
de la habitación y el déjà fait de sus
caricias sobre todo el relieve de aquella geografía.
Extrañando se hace la necesidad de tener “una
vez más” esa preciada posesión que se le escurrió como agua de entre los dedos deseando
con frenesí que se entregue de nuevo por completo “a los buenos tiempos” lleno de antojos de placer, tratando de
enamorarle para que no se vaya de nuevo. Llenándole cada poro de su piel de amor
o pasión, y dejar después que escoja su consciencia.
Sin titubear diré que jamás le puse un solo
“pero” a nuestro andar juntos, sus
huellas las vi como mías indistintamente. Aun esas veces que se arrodillaó frente
a un buey de oro fallándole a sus creencias y principios, ciegamente me
contuve, recogí su cabello con mi puño y limpié sus heridas con mi lengua, le
levanté del suelo y de su mano seguí caminando. Si no es eso amar dime entonces
que es eso que acelera tu corazón, que nubla tu cabeza y vuelve de tus entrañas
un criadero de insectos que te carcomen desde dentro. Sí es eso a lo que le
temo o es eso que tanto deseo. Sí ya le he probado y le recuerdo con melancolía
o sólo me lo he imaginado. Pero bueno, esa es otro estrago que al mirar
fijamente a los ojos de mi Doppelgänger me dejó.
Descubre el velo de esos tus grandes ojos
negros y observa donde no te atreves a mirar, verás que a los ojos de un enamorado
los defectos son hermosos y cuando cae el telón de la mofa a tus sentidos
percatarás la rabia y el desencanto de no poseer más la exclusividad de aquella
perfección. Todo se reduce a excremento entre tanto desconcierto. Sólo así sabrás
entonces que no se mira igual ni siempre de la misma manera una obra de arte,
un momento es tu musa y a la mañana siguiente tu demonio mas voraz, comprende
amigo mío que en el mundo no hay más esencia de ti que en ti mismo.
Amar, algo tan serio como su alter ego, el
que a cada paso que da cambia el rumbo del ludópata que busca su flor imperial.
Cruzar la frontera que les separa y pretender que se puede ir y venir a placer un
acierto de nuestra seguridad no podrá ser, habiendo que tener en cuenta todo lo
que el destino adjunto traerá al querer mirar el cielo infinito de Neruda a dos
pares de ojos sin querer abrirlos del todo.
Ese que no se anda con medias tintas él, ese
que en ausencia de amor arriba sin previo aviso ocupando sin remordimientos un
lugar que no le habíamos estado reservando. Pocos le conocen bien, pero todos
coinciden en la fuerza que ejerce en el ser humano y en su vida una vez que se
ha instalado en sus corazones. Odio es como le llaman, un sentimiento que se
encarniza hasta el tuétano y que una vez ahí no se apiada de nadie. Es el trueque
que hacemos los humanos encaprichados al ver que aquello bien amado se ha
esfumado. La vía que no lleva a otro lugar que al más fino restaurant a
deleitarse con una exquisita e insípida venganza que una vez que se engulle causa
un tremendo malestar y se regurgita a diario para mascarle una y otra vez sin
llegar nunca a paladear ese sabor a victoria que creyeron en aquel platillo tan
costoso encontrar.
Cuando ya no queda más, cuando se siente que
todo se perdió qué nos vieron la cara o nos tomaron el pelo, ese sentimiento de
rabia e impotencia inunda nuestros pensamientos se nos hiere en el orgullo y
resbalan a lo largo de la cara algunas lágrimas que conllevan una miscelánea de
memorias poco gratas que se preferiría simplemente abandonar en algún lugar del
que no conociéramos el regreso, pero conservando ese miedo latente albergado en
el corazón a volver un mal día a beber de aquel oasis en tiempos de sequía e inanición.
En cuanto a emociones y sentimientos se
habla, habrá que remarcar la naturaleza de estas hermanas, mientras una es una
evocación pura y visceral del momento, la otra es la significancia que le damos
al conjunto de esos automatismos tan humanos y tan necesarios, que en ocasiones
no existe concordancia alguna entre ellas, no tienen un porqué aparente y sin
embargo no existiría la una sin la otra.
Hablar del hombre no implica solamente,
tratarlo como singular, conlleva todo un englomerado de historia que es el que
designa el rumbo que ha de tomar, que como tiene su concepto de qué es bueno y
qué es malo, pesa más la ley divina que sin pregunta previa tuvo que ser
aceptada.
Las leyes del hombre rigen el comportamiento
de los seres humanos y las leyes de Dios dejan caer su peso sobre la
consciencia humana, un equilibrio sin la toma literal de las palabras pudiese
ser lo único que pudiese parar la guerra terrenal en el paraíso.
Hay cosas que una enciclopedia podrá definir
literalmente, pero aquellas parábolas de la vida y su tránsito en ella no las
da más que la experiencia, la significancia de la misma es tan variada como
habitantes en el mundo, por eso no terminaré de entender, aquellas preguntas
filosóficas obligadas alguna vez por la naturaleza misma y que nadie podrá
darles una solución universal, temo el día que llegué, porque sabré que el día
que estas tengan respuesta concreta, será el verdadero final.