8.11.12

Sobre la vida, la muerte y otras cosas que no entiendo



Sobre la vida, la muerte y otras cosas que no entiendo

Por: Elizabeth Aguilar Estrada
Que si, ‘’vida solo hay una’’ y que se debe ‘’disfrutar como si fuese el último día’’, frases recurrentes que a diario se escuchan merodear en los mundos trotantes que cruzan calles y beben café por la mañana.

Esto visto desde aquella cima alta del clímax de la existencia humana donde los lapsos de felicidad son cada vez más largos y recurrentes; si, así es la vida vista desde aquel que es positivo, puesto que la vida le ha tratado como al primogénito de la historia venidera a escribir; El pesimista que no ve más que las calles siempre llenas de fango donde en su andar, topa la mirada en la huella dejada detrás suyo en la vereda del pasado y ve como ahí donde transita, yacen los cadáveres de los caídos en el intento, esos que conocieron la muerte una sola vez. Y él se repite ante su aparente seguridad: ’’NI UN PASO MAS‘’ y muere constantemente hasta finalmente fenecer; no al lado de aquellos que murieron por su brío intentando buscar la respuesta ansiada a los porqués de noche, sino por su claudicación propiamente adjudicada ante las cuestiones del día a día, que vienen dan vueltas sin alguna explicación y después se van para quizá no volverles a mirar jamás.

Pero la realidad no es otra más que la vida misma llena decisiones constantes, tomarlas nos ayuda a no quedarnos en el camino contemplando aquellas posibilidades del fiel descriptor de los remordimientos de ese tiempo que no regresara “si hubiera’’ y el ‘’quizá’’ esos que extrañamos con frenesí cuando nunca les hemos conocido.

¡Vivirla amigos míos!  Vivirla, que nadie pidió tenerla pero no es razón suficiente para perderla, sacar de ella cuanto provecho se pueda y vivirla de tal manera que los errores se conviertan en mentores y las glorias en hazañas compartidas que marcaran en las mentes sin recuerdos el ansia por seguir hasta ver desde el peñasco más alto los escalones que van camino al cielo.

Sin más porqués rotos de pura casualidad, tardes cobardes de jueves donde no se encuentra siquiera la nariz. Solo preguntándose ‘’¿hasta cuándo?’’ sólo así se podrá seguir en paz  y cantar en falsete a la hora del juicio final, que si ahora ya has sucumbido ha sido únicamente porque ya no tienes más razones por las cuales resucitar.

Pero ¿qué sería de la vida sin la muerte?, sin la consumación de un sueño venidero o de una pesadilla diaria, el horror más grande para unos, el final más ansiado por otros.
La muerte, la caprichosa, la amante con la que todos debemos una noche  pasar, no importándole que seas hombre o mujer, joven o viejo de igual manera un día reclamarán sus brazos tu ser.

Pero ¿A cuántas antes de ella nos hemos de entregar? Dicen que tenemos que perder para aprender y volver a tropezar para no olvidarlo jamás, pero ¿qué tanto es tanto?, que si llegamos a vivir nuestras vidas arrastrando cadenas pesadas sin saberlo en nuestro cruce momentáneo en este mundo, y que de pronto nos quedamos sin aliento y es ahí precisamente donde se cae en la contradicción de pensar que todo el que respira está vivo; ¡hay tantos muertos que suspiran!

¿Por qué es que rechazamos tan bella parte de nuestra vida?, si  es lo que nos recuerda que somos mortales que podemos caer en las tentaciones, saber que tenemos una fecha de caducidad debería hacernos apreciar el hecho de deleitar el particular sabor de cada triunfo y tragedia. ¿Para qué arrepentirse en el final de nuestro camino amarillo, cuando sabemos que solo volteamos la cabeza para lamentar lo que no fue y no para enorgullecer a ese niño del adulto que hoy día somos, sólo por creernos inmortales en la psique común cuando se está más solo hoy que cuando se llegó.

¿Y qué hay de todo eso que nos vuelve vulnerables e incapaces de transformarnos a la anarquía y ser nuestro propio Dios?, ¿qué hay de las normas morales que truncan los instintos de sobrevivencia animal?, ¿qué hay del valor adjudicado y las reglas impuestas?, dime ¿qué hay entre el bien y el mal?, ¿Qué define la manera de definir?, dime pues entonces, ¿qué es el amor?

Si todo en este mundo terrenal tiene razón de ser, ¿para qué sirve el amor?, Hay quien dice, Que uno vive de amor y muere por amor; que cuya existencia hace que algunos se levanten cada día para poder vivir junto a ese amor.
Y quien por un amor, se cobijan entre los brazos la soledad y se acurrucan en el regazo de la muerte.

También que es la misma muerte; que puede abarcar más allá de un óbito  físico. Una muerte espiritual; la muerte del yo. Renacer o morir, Resucitas para volver a vivir y empezar de nada cada tropiezo o le finiquitas de una buena vez y escribes la historia a tu manera firmando a puño y letra tu propia sentencia.

Que es lo único reconocible como Dios, que no se concibe la vida sin él, que se le necesita más de lo que debería. Orando a diario por ese que se fue, el que no ha llegado y el que nunca vendrá. Implorándole a estatuas de sal las migajas de los recuerdos de aquellas ciudades de la llanura, comiéndolas hasta vomitar. No recordando que el vino que en su boca embriagó el corazón, un día en ponzoña se convirtió y ronda cada recoveco de su cuerpo, donde las palabras lanzadas salvajemente al viento regresan en forma de blasfemias y que las alabanzas a sus cuerpos volvieron a ser su maldición y tormento.

Qué pena por aquellos que sólo le aman y sólo lo odian, porque no alcanzan a degustar otra realidad que no sea aquella en donde fueron encarcelados, que no reconocen que esa lógica mundana temporal con la que se pacta con sangre al venir al mundo, nos resulte al fin y al cabo impresionante ver hasta dónde la creatividad humana puede llegar, siendo al mismo tiempo inútil a la práctica de aquel que desea olvidar, resultando así la mejor broma hecha jamás. Vaya, como navegar el Queen Mary Elizabeth y naufragar en el océano arábigo.
Sintiéndose ya privilegiados por la conquista de nuevas tierras y tocando con ese fuego inconfundible de sus plantas las tierras vírgenes que no dejan de bailar al compás de un solo soneto, el de risas y gemidos donde que sus cuerpos hipócritas con las lágrimas y el sudor se funden en uno con el del inexperto nativo.

La más bella muestra de amor jamás conocida, el rito más antiguo de la especie humana, la trampa más arcaica de la madre naturaleza en capricho a ver siempre la tierra poblada de sus hijos.

Es gloria y es pecado, donde no hay espacio para la cordura; el purgatorio donde descansa la moral y la decencia,  ahí donde queman su piel al caerse en el infierno y sienten como ese calor desprende el alma de sus cuerpos sintiendo que mueren cuando no habían estado más vivos hasta ese instante. Y en la locura de la búsqueda de algo más se elevan desconociendo que sabían volar, implorándole mil veces a su Dios que se detenga, esperando que cada una de ellas haya sido ignorada.

Arando sus cuerpos usando de herramientas los dientes y las uñas de las manos esperando plantar a besos ese deseo de tenerse dentro para siempre y cosechar a mordidas un grato recuerdo que al remembrar en su cabeza traiga consigo el déjà vu del claro de su sonrisa entre la oscuridad de la habitación  y el déjà fait  de sus caricias sobre todo el relieve de aquella geografía.

Extrañando se hace la necesidad de tener “una vez más” esa preciada posesión que se le escurrió como agua de entre los dedos deseando con frenesí que  se entregue de nuevo por completo “a los buenos tiempos”  lleno de antojos de placer, tratando de enamorarle para que no se vaya de nuevo. Llenándole cada poro de su piel de amor o pasión, y dejar después que escoja su consciencia.

Sin titubear diré que jamás le puse un solo “pero” a  nuestro andar juntos, sus huellas las vi como mías indistintamente. Aun esas veces que se arrodillaó frente a un buey de oro fallándole a sus creencias y principios, ciegamente me contuve, recogí su cabello con mi puño y limpié sus heridas con mi lengua, le levanté del suelo y de su mano seguí caminando. Si no es eso amar dime entonces que es eso que acelera tu corazón, que nubla tu cabeza y vuelve de tus entrañas un criadero de insectos que te carcomen desde dentro. Sí es eso a lo que le temo o es eso que tanto deseo. Sí ya le he probado y le recuerdo con melancolía o sólo me lo he imaginado. Pero bueno, esa es otro estrago que al mirar fijamente a los ojos de mi Doppelgänger me dejó.

Descubre el velo de esos tus grandes ojos negros y observa donde no te atreves a mirar, verás que a los ojos de un enamorado los defectos son hermosos y cuando cae el telón de la mofa a tus sentidos percatarás la rabia y el desencanto de no poseer más la exclusividad de aquella perfección. Todo se reduce a excremento entre tanto desconcierto. Sólo así sabrás entonces que no se mira igual ni siempre de la misma manera una obra de arte, un momento es tu musa y a la mañana siguiente tu demonio mas voraz, comprende amigo mío que en el mundo no hay más esencia de ti que en ti mismo.

Amar, algo tan serio como su alter ego, el que a cada paso que da cambia el rumbo del ludópata que busca su flor imperial. Cruzar la frontera que les separa y pretender que se puede ir y venir a placer un acierto de nuestra seguridad no podrá ser, habiendo que tener en cuenta todo lo que el destino adjunto traerá al querer mirar el cielo infinito de Neruda a dos pares de ojos sin querer abrirlos del todo.

Ese que no se anda con medias tintas él, ese que en ausencia de amor arriba sin previo aviso ocupando sin remordimientos un lugar que no le habíamos estado reservando. Pocos le conocen bien, pero todos coinciden en la fuerza que ejerce en el ser humano y en su vida una vez que se ha instalado en sus corazones. Odio es como le llaman, un sentimiento que se encarniza hasta el tuétano y que una vez ahí no se apiada de nadie. Es el trueque que hacemos los humanos encaprichados al ver que aquello bien amado se ha esfumado. La vía que no lleva a otro lugar que al más fino restaurant a deleitarse con una exquisita e insípida venganza que una vez que se engulle causa un tremendo malestar y se regurgita a diario para mascarle una y otra vez sin llegar nunca a paladear ese sabor a victoria que creyeron en aquel platillo tan costoso encontrar.

Cuando ya no queda más, cuando se siente que todo se perdió qué nos vieron la cara o nos tomaron el pelo, ese sentimiento de rabia e impotencia inunda nuestros pensamientos se nos hiere en el orgullo y resbalan a lo largo de la cara algunas lágrimas que conllevan una miscelánea de memorias poco gratas que se preferiría simplemente abandonar en algún lugar del que no conociéramos el regreso, pero conservando ese miedo latente albergado en el corazón a volver un mal día a beber de aquel oasis en tiempos de sequía e  inanición.

En cuanto a emociones y sentimientos se habla, habrá que remarcar la naturaleza de estas hermanas, mientras una es una evocación pura y visceral del momento, la otra es la significancia que le damos al conjunto de esos automatismos tan humanos y tan necesarios, que en ocasiones no existe concordancia alguna entre ellas, no tienen un porqué aparente y sin embargo no existiría la una sin la otra.

Hablar del hombre no implica solamente, tratarlo como singular, conlleva todo un englomerado de historia que es el que designa el rumbo que ha de tomar, que como tiene su concepto de qué es bueno y qué es malo, pesa más la ley divina que sin pregunta previa tuvo que ser aceptada.
Las leyes del hombre rigen el comportamiento de los seres humanos y las leyes de Dios dejan caer su peso sobre la consciencia humana, un equilibrio sin la toma literal de las palabras pudiese ser lo único que pudiese parar la guerra terrenal en el paraíso.

Hay cosas que una enciclopedia podrá definir literalmente, pero aquellas parábolas de la vida y su tránsito en ella no las da más que la experiencia, la significancia de la misma es tan variada como habitantes en el mundo, por eso no terminaré de entender, aquellas preguntas filosóficas obligadas alguna vez por la naturaleza misma y que nadie podrá darles una solución universal, temo el día que llegué, porque sabré que el día que estas tengan respuesta concreta, será el verdadero final.